Son 43 nuevos bachilleres que saldrán a buscar oportunidades para un futuro mejor.
Escuchar el Himno Nacional Argentino eriza la piel a 2.561 metros sobre el nivel del mar, aquí entre las montañas que abrazan a Santa Victoria Oeste, en el acto de colación de grado del polimodal de 43 alumnos de la Escuela albergue Nº 5.066.La mayoría de estos jóvenes —descendientes en su mayoría de aymaras y omaguacas de 18 a 21 años— no tienen la posibilidad de seguir un terciario, y mucho menos en pensar en ir a una universidad. Santa Victoria Oeste está a 537 kilómetros al norte de Salta. Aquí se llega por la provincia de Jujuy hasta la ciudad de La Quiaca, ubicada a 120 kilómetros de este lugar. La ruta provincial Nº 7 tiene un camino de cornisa que trepa entre los 3.700 y 4.500 metros, y por lo peligroso del terreno los vehículos transitan a un paso tan lento que el viaje puede demorar más de cuatro horas."El 90% de los chicos no puede seguir estudiando. Sus familias son de escasos recursos y viven en rodeos (parajes), muy alejados e inhóspitos", dice a Clarín, el director David López. Liliana Quiroga (18) es cortante al hablar. Vive en el rodeo Mecoyita y confiesa que este año no va a trabajar a la ciudad: "Quiero quedarme para ayudar en el campo a mis padres. Pero me duele no seguir estudiando". Aquí, las distancias no se miden en kilómetros sino en horas de caminata por los cerros. Llegar a Mecoyita, Trigo Huaico u Hornillos no lleva menos de 6 horas, aunque los "changos" son los que demoran menos porque son más ligeros que las chicas.Cada viernes, a media tarde, los albergados regresan a sus ranchos de adobe y paja. Pero el domingo a la tardecita vuelven al colegio. Por la mañana, a eso de las 6.30, un preceptor les prepara mate cocido que acompañan con pan casero, se bañan, arreglan las camas, y a estudiar. Cada vez que culmina un año es común ver partir a los jóvenes a buscar trabajo en las grandes ciudades, resignados a no pasar las fiestas en familia: "Me voy para Cerrillos (Salta) a trabajar en el tabaco. Si me quedo para la Navidad, quizás no consigo un puesto y no quiero que me pase", dice Cándido Toconás, (18)."Las chicas se van a trabajar de mucamas a Jujuy o a Salta. Quienes alguna vez se fueron y nunca más volvieron, aprovechan ahora para llevarse a sus hermanos que terminaron de estudiar", comenta el director. "Los chicos ya tienen sus contactos en las grandes ciudades desde donde los llaman para trabajar. Y se aventuran y van —agregó—. Pero me tocó verlos volver, aunque unos pocos, recibidos de profesores, maestros, gendarmes, policías. Aprovecharon esa libertad que alguna vez buscaron".Al sudeste del pueblo, cruzando algunos cerros, está el Parque Nacional Baritú. Allí está el paraje Cañaní, desde donde vienen 25 chicos que caminan por la selva durante 6 horas. Mario Martínez (21) ya juntó el dinero del pasaje que lo llevará a la cosecha de la manzana en Río Negro. Armando Flores (19) ya piensa en viajar a Bahía Blanca a cosechar cebollas: "con lo que gane este año, me voy a estudiar Medicina a Córdoba. Sé que es muy difícil, pero voy a probar suerte. Y si me recibo, vendría a trabajar a mi pueblo"."Esta es la realidad. Vienen los padres que no pueden ayudar a sus hijos a seguir estudiando —dice López—. El colegio contiene a los adolescentes pero falta un terciario en la región para contener aún más a la juventud".
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